¿Qué objetivos tiene? ¿Cuándo es útil la relajación?

¿Qué objetivos tiene? ¿Cuándo es útil la relajación?

Las técnicas de relajación tienen como objetivo proporcionar al niño o adulto una habilidad para afrontar situaciones diarias que pueden generarle preocupación, excesivo miedo y una emocionalidad negativa e ineficaz para resolver el problema. Estas situaciones son numerosas, impredecibles y muy particulares, pues no dependen tanto de los hechos reales u objetivos, sino de que el sujeto los perciba como amenazas. Puede haber niños que afrontan con confianza el ir al colegio, relacionarse con extraños, quedarse solos a oscuras cuando van a dormir, permanecer tranquilos cuando se separan de sus padres o cuando, en el colegio, los compañeros les critican en los deportes o el rendimiento escolar.

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Pero cualquiera de estas situaciones, puede provocar en otros niños reacciones emocionales angustiosas, en las que son muy visibles los síntomas fisiológicos con los que el sistema nervioso autónomo nos prepara para huir, luchar o quedarnos paralizados sin saber qué hacer, superados por lo que imaginamos que no podremos vencer.

La relajación no puede eliminar todas las reacciones fisiológicas que el niño experimenta, pues solo son síntomas de que su cuerpo se prepara para dar una respuesta de lucha o de huida y esa preparación le hace falta. Gracias al malestar de miedos muy concretos evitamos peligros, y gracias a ese miedo generalizado que llamamos “ansiedad” realizamos conductas de trabajo, estudio, protección, cuidado de los otros, etc. porque en un grado adecuado la ansiedad “es una motivación”.

Pero a multitud de niños (también a los adultos) los mismos síntomas que se “disparan” con la respuesta de estrés les asustan, amplificando aún más las alteraciones fisiológicas que ya sentían, como ocurre en el caso del pánico.

 

Desde nuestro punto de vista la relajación propone dos objetivos fundamentales:

  • Desactivar el exceso de carga fisiológica que dificulta o impide que el niño pueda dar una respuesta adaptada y exitosa al estrés cuando le produce un agudo malestar de descontrol e indefensión que le desequilibra.

    En este caso la relajación consiste en una técnica que utilizaremos en ciertas situaciones de necesidad, un remedio concreto y circunscrito a ocasiones en las que “bufamos”, apretamos los puños, clavamos las uñas y debemos mordernos la lengua para no increpar a alguien o chillar desesperados ante una contrariedad. Ese es un objetivo, ciertamente, que evitará males mayores físicos o sociales.

  • Enriquecerle personalmente al proporcionar una base de serenidad en la que el niño aprenda a pensar en unos principios o “filosofía” que le permitan una forma de vivir plena, la manera más humana e intensa de relacionarse con el medio, los demás o él mismo: no exagerada sino realista, cariñosa pero no ingenua, apacible pero no sumisa, auténtica pero no insolente, hermosa y no histriónica, bondadosa y no taimada. El niño, como el adulto, necesita estar tranquilo y seguro para pensar bien y orientar con su pensamiento sus emociones y conducta. Por eso la relajación será imprescindible para permitirle aprender a pensar bien, única forma de aprender a vivir bien.