El término relajación se asocia a tranquilidad, placidez, reposo, control de la tensión física y emocional y posee una connotación muy positiva en una vida en la que el estrés, los miedos y la ansiedad parece que amenazan con hacernos perder el disfrute corporal y la serenidad de ánimo. Y no solo en los adultos, sino también en los niños, a los que una sociedad poco delicada excita cada vez más con pre-ocupaciones, exigencias, ineducación y desamparo.
Todos entendemos que relajarse es lo contrario de “dejarse llevar” por emociones generalmente negativas como la agresividad, la ira, la ansiedad… y que consiste en disminuir o hacer desaparecer determinadas reacciones fisiológicas como la respiración jadeante, la sudoración, la taquicardia o la tensión muscular presentes cuando hay miedos, angustias, incertidumbres, disgustos, tristeza o contrariamente, un entusiasmo, expectativas, alegría y actividad demasiado intensas.
Recomendamos relajarse a quien experimenta un “malestar” como consecuencia de la intensidad de tales emociones ya que su conducta, en uno u otro caso, se ve entorpecida para llevar a cabo actos adaptados y eficaces en las situaciones que las desencadenan.