¿Qué objetivos, procedimientos o técnicas vamos a utilizar para relajar a los niños?

Primer objetivo: Relajarse debe convertirse en un hábito para el niño y permanecer relajado en una forma de vida.

Saber afrontar las dificultades, utilizar los miedos para protegernos y motivarnos sin que nos desbaraten, saber gestionar la tristeza para valorar nuestras pérdidas sin que permanezcamos en ella innecesariamente, conducir el entusiasmo sin que nos desbordemos o gestionar la indignación y la ira de forma productiva para defender nuestros derechos y los de los demás con firmeza, no son tareas fáciles y menos para un niño. Para actuar de esa manera se necesita aprender una forma de comportarse serena, suficientemente tranquila, ponderada, resistente y firme, es decir, una salud mental que tiene como base el disfrute de las emociones, su uso productivo, confiado y relajado. Y esa es la función que corresponde a la relajación.

La eficacia de la relajación depende de que sepamos utilizarla de manera automática, casi inconsciente, y eso solo se consigue si la utilizamos como “expertos”, es decir, con la suficiente agilidad, calidad y frecuencia. Para que el niño adquiera esa soltura es imprescindible que entienda que relajarse no es una técnica costosa o extraña a la que debe recurrir sólo de vez en cuando, en el momento en que se acuerde o se lo recuerden. La relajación debe formar parte de los repertorios de conducta y habilidades cotidianos para que sea útil en cada ocasión en la que las circunstancias pueden desencadenar una amenaza (y hemos visto que estas son permanentes).

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Para convertir la relajación en un hábito se requerirán estos siete aspectos:

  • Una práctica diaria
  • Que se realice a una hora determinada
  • Durante un tiempo realista
  • En un lugar apropiado
  • Con unos contenidos y objetivos progresivos,
  • Fáciles de adquirir mediante la práctica guiada del terapeuta ( y de los padres, en el caso de los niños)
  • Y que sea gratificante, es decir que siempre puedan verse los beneficios de realizarla, bien porque se consigan intrínsecamente (reducir la preocupación, por ejemplo) o bien porque, en el caso de los niños, se les “refuerza” con nuestra aprobación por haber dedicado el tiempo, el interés y la actividad solicitada para el entrenamiento ( 3 puntos de refuerzo)

La única forma como el niño puede desarrollar una práctica diaria y dirigida por los adultos es si los padres le ayudan en casa. Por este motivo hemos querido facilitar su tarea proporcionándoles un programa detallado con el que coordinamos las sesiones que el niño realiza en nuestro Centro, con una sencilla tarea diaria a realizar en casa. De este modo se multiplica la eficacia del tratamiento.

Nuestra meta en la primera semana de tratamiento será lograr estos siete aspectos.

Propiedades de los tratamientos

1. Se adaptan a las características emocionales del niño/a.

2. Procuran la máxima intensidad.

La recuperación de un trastorno de lenguaje o de aprendizaje es directamente proporcional al tiempo efectivo de trabajo. Este hecho implica la necesidad de que la atención que el niño/a recibe en el Centro sea lo más intensa posible.

3. Buscan la motivación por aprender.

Se cuidan especialmente tres aspectos motivadores: la variación, el refuerzo operante y el juego.
Por motivación se entiende dirigirse hacia algo o querer hacer algo.

Nuestro objetivo es que el niño quiera leer, escribir, estudiar … La adecuación de la tarea a las posibilidades del niño, la significatividad de los contenidos, su vinculación con los intereses del niño y sobre todo las consecuencias de su realización son motivadores intrínsecos que perseguimos, junto con la consciencia del niño/a en los procesos cognitivos utilizados (claridad cognitiva).

¿Qué es la relajación?

Cuando hablamos de relajación, entrenamiento autógeno o imaginativo, etc. nos estamos refiriendo a técnicas que han representado desde principios del siglo pasado un poderoso y útil procedimiento en todos los campos de la psicología clínica, de la salud, pedagogía y también de la psicología general aplicada.

El término relajación se asocia a tranquilidad, placidez, reposo, control de la tensión física y emocional y posee una connotación muy positiva en una vida en la que el estrés, los miedos y la ansiedad parece que amenazan con hacernos perder el disfrute corporal y la serenidad de ánimo. Y no solo en los adultos, sino también en los niños, a los que una sociedad poco delicada excita cada vez más con pre-ocupaciones, exigencias, ineducación y desamparo.

Todos entendemos que relajarse es lo contrario de “dejarse llevar” por emociones generalmente negativas como la agresividad, la ira, la ansiedad… y que consiste en disminuir o hacer desaparecer determinadas reacciones fisiológicas como la respiración jadeante, la sudoración, la taquicardia o la tensión muscular presentes cuando hay miedos, angustias, incertidumbres, disgustos, tristeza o contrariamente, un entusiasmo, expectativas, alegría y actividad demasiado intensas.

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Recomendamos relajarse a quien experimenta un “malestar”   como consecuencia de la intensidad de tales emociones ya que su conducta, en uno u otro caso, se ve entorpecida para llevar a cabo actos adaptados y eficaces en las situaciones que las desencadenan.